La redundancia funcional: la mejor defensa de los ecosistemas contra los efectos indirectos de los tóxicos

En la anterior entrada hablaba sobre los efectos indirectos de los contaminantes. Los ecosistemas poco diversos, es decir con pocas especies en cada nivel trófico, son más susceptibles a estos efectos indirectos. Esto se debe a que la mayoría de las especies presentes van a depender las unas de las otras de una forma más intensa (por ejemplo, si hay pocas especies de presas, los depredadores tenderán a consumir a todas las especies, si alguna de ellas reduce su número esto afectará a las pocas especies de depredadores presentes en el ecosistema). Por el contrario, si existen muchas especies dentro de un mismo nivel trófico la entrada de un tóxico en el sistema causará varios efectos. Primero, no todas las especies dentro de un mismo nivel trófico serán igual de sensibles. El tóxico afectará a las más sensibles. Segundo, esto puede ocasionar que las especies más tolerantes de ese nivel trófico aumenten su abundancia, ya que el tóxico lo que ha hecho es reducir competencia. Y por último, como hay varias especies con la misma función (por ejemplo, varias especies de productores primarios) la producción primaria no tiene por que verse afectada y los otros niveles tróficos puede que no sufran efectos indirectos graves. Esa repetición de especies con la misma función dentro del ecosistema se denomina redundancia funcional. Pero ojo, que un tóxico no cause graves efectos indirectos no quiere decir que no afecte a la biodiversidad, ya que puede hacer desaparecer de forma directa a alguna o varias de las especies presentes.





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